Tratamiento de la Ansiedad en Las Palmas

Mi manera de ayudarte a tratar la ansiedad es, en primer lugar haciendo una valoración de tu estado emocional, de tus circunstancias presentes y pasadas, de tus síntomas, etc. Esto me permitirá diseñar una intervención personalizada para abordar tus necesidades específicas. Las sesiones suponen un espacio seguro para que puedas explorar tus pensamientos y emociones, aprendiendo nuevas estrategias de afrontamiento.

En cada sesión se aportan una serie de técnicas que ayudan a mejorar los estados de ansiedad, tales como:

• Técnicas de exposición: donde la persona se expone a la situación temida, ya sea a través de la imaginación, como de manera experiencial. Se trata del tratamiento más eficaz para hacer frente a los comportamientos de evitación que conlleva la ansiedad.
• Desensibilización sistemática: en la que la exposición a la situación temida se hace de manera gradual para conseguir poco a poco la habituación.
• Técnicas de relajación: para trabajar en la tensión muscular y síntomas fisiológicos de la ansiedad.
• Reestructuración cognitiva: para comprender y observar nuestros pensamientos intrusivos, nuestras creencias, nos llevan a una necesidad de control que aumenta el estado ansioso.

Se trata en todo caso de trabajar aquello que cada persona necesite para lograr disminuir sus niveles de ansiedad. Es importante tener en cuenta que las circunstancias personales, el estilo de vida, problemas de salud, económicos, etc. pueden ser factores desencadenantes de un elevado nivel de ansiedad. El estrés experimentado de manera crónica puede derivar en un aumento de esta ansiedad, ya que la persona se ve expuesta de manera frecuente a situaciones que superan su capacidad de afrontamiento, perdiendo así la sensación de control y de toma de decisiones.

El tratamiento para el estrés pasa por revisar el estilo de vida, ayudándote a gestionar y planificar el tiempo, incluyendo momentos de descanso y actividades placenteras, técnicas de relajación, técnicas de gestión emocional y restructuración cognitiva.

En la ansiedad podemos observar tres tipos de síntomas:

• Fisiológicos: tales como taquicardia, sudoración, temblor, dolor de cabeza, sensación de ahogo, molestias gastrointestinales, tensión muscular, dolor o presión en el pecho, náuseas o vómitos, fatiga, insomnio.
• Cognitivos o mentales: tales como pensamientos recurrentes o intrusivos, sensación de agobio o bloqueo mental, caos mental, preocupación constante, inquietud, dificultad para concentrarse o prestar atención, temores excesivos o irracionales.
• Conductuales: tales como, evitar acercarse a lo que nos genera ansiedad, huir o escapar, aislamiento, verborrea o mutismo, bloqueo físico, procastinación, agitación física (no poder parar de hacer).

La ansiedad es un mecanismo de defensa natural del organismo frente a estímulos externos o internos (pensamientos, imágenes, etc.) que son percibidos por la persona como amenazantes o peligrosos, y que de alguna manera nos generan una sensación constante de incertidumbre o temor. Los estímulos externos pueden ser desde un examen, una entrevista de trabajo, un lugar desconocido, una nueva relación, etc. Su función es mantenernos en alerta ante dichas situaciones, para poder actuar así de la manera más adecuada.

El problema surge cuando interpretamos estas situaciones como más graves o peligrosas de lo que realmente son y nuestro cuerpo reacciona de manera desproporcionada e intensa. El motivo por el cual reaccionamos de esta manera a determinados estímulos está, en ocasiones, más allá del simple hecho de temerle a una situación determinada, está en nuestro aprendizaje, en nuestras experiencias de vida y se queda registrado en nuestro cuerpo. Podemos decir que en esos momentos nuestro sistema nervioso se desregula, y surge una sensación de descontrol, no sólo a nivel emocional o fisiológico, sino en muchas ocasiones, vital, es decir, sentimos que hemos perdido o podemos perder el control sobre nuestra vida, por lo que intentamos de manera desesperada volver a regularnos y recuperar la sensación de control, aunque no siempre de la mejor manera, llegando así a prolongar el problema (para entenderlo mejor, un ejemplo de esto podría ser la ansiedad ante un exámen: para llegar a sentirnos mejor, podemos decidir dejar de presentarnos al exámen, lo que aliviará a corto plazo la ansiedad, pero a largo plazo nos sentiremos culpables o frustrados por no poder afrontar la situación). A diferencia de la ansiedad relativamente leve y transitoria ante un evento estresante, la ansiedad patológica se prolonga en el tiempo, al menos durante 6 meses y con el transcurso del tiempo puede empeorar, limitando así la vida de la persona.